¡Simplemente dejá que se rompa!
Soltar no es rendirse, es confiar en que al dejar ir, algo nuevo y valioso puede llegar.

Dejá de forzar las cosas para que sigan bajo tu control. A veces, lo más sabio es permitir que se rompa lo que ya no encaja. Tal vez ese quiebre es justo lo que tu alma necesita para respirar.
Dejá que hablen… — “El psicólogo se deprimió… El coach no alcanzó su meta… El pastor cayó en la tentación… El sacerdote dudó de su fe… El emprendedor fracasó… El doctor se automedicó… El consejero matrimonial se divorció… Estudió tanto y no ha logrado nada… El influencer desapareció de las redes…»
Que digan lo que quieran. La opinión de los demás no define tu verdad. Sus juicios no te pertenecen. Tampoco las personas. Lo que se va, simplemente ya no tenía que quedarse.
Confías en que incluso en medio del caos, hay un orden más grande obrando a tu favor…
Permitíte ver cómo todo se desmorona sin intentar detenerlo. No porque te rindás, sino porque eliges confiar.
Mirá, lo mejor es confiar en que a veces soltar es el primer paso para que algo nuevo emerja. Y claro, cuando sueltas, llegan las preguntas… ¿Qué haré? ¿Cómo solucionaré esta situación? ¿Qué realmente quiero hacer? ¿Y si no puedo? ¿Y si no tengo a dónde ir?
Respira. Nadie se ha perdido para siempre. Todos terminan encontrando un nuevo camino. Siempre aparece refugio para el alma que suelta con humildad.
Ya basta de retener lo que te duele. Lo que pesa. Lo que no fluye. ¿Sabes? Lo que no suma, resta. Lo que aprieta, rompe. Lo que duele crónicamente, no es natural: es señal de que hay algo que soltar.
Esto aplica a todo: relaciones, salud, trabajo, dinero, familia, amigos, proyectos. Si requiere un esfuerzo descomunal constante, puede que estés luchando contra la corriente de la vida.
Lo que resistes, persiste. Lo que sueltas, transforma.
Y si en este momento pudieras imaginar que todo eso que pesa —lo que ya no suma, lo que duele, lo que no fluye— tiene un lugar a dónde ir, un lugar donde dejarlo, sin explicaciones… Tal vez una caja, quizás ya la estás viendo; ahí podés poner nombres, recuerdos, preguntas sin respuesta, culpas ajenas, incluso tus propias expectativas.
Y cuando todo esté dentro… simplemente cerrás la caja.
Deja ir esa caja, como si una fuerza mayor supiera exactamente qué hacer con todo eso que pusiste en la caja. Mirá cómo se aleja, suave, constante, como se va disolviendo en el horizonte; y ahora simplemente ¡Respirá!
No hace falta entender todo ahora, en su momento tu mente te hará saber cómo salir.
A veces soltar es el mayor acto de confianza que podemos hacer por amor propio.
Tal vez no es el final. Tal vez es el comienzo. Tal vez no estás perdiendo, sino liberándote.
Quizá no se está rompiendo tu vida, sino tu vieja identidad.
Y eso está bien… porque a veces hay que vaciar la taza rota para que llegue una nueva.
Recordá: Nada ni nadie se pierde; todo se transforma.
Y lo que es para ti, encontrará la manera de quedarse contigo.
Te abrazo con respeto y esperanza.
Gracias por leerme.
¡Piensa, actúa y vive con pasión!